SOY PLATÓNICA

sábado, 27 de junio de 2009

Si admito que el mal existe, entonces debo suponer que hay personas que están más inclinadas a tenerlo en su espíritu o a cometerlo, que otras. Si pienso en cambio que el mal —tal como Platón suponía— no es más que ignorancia, entonces puedo creer en lo que hago: enseñar. Es como con un campo. Si la tierra es mala, difícilmente lo que se siembre en ella pueda dar frutos. Pero si sólo hay que limpiarlo y trabajarlo para que genere frutos, entonces el trabajo tendrá sentido. Por eso no creo en la maldad. Y cada vez que me encuentro con personas rudas o crueles, trato de observar la maleza que los está estorbando. Hay malezas muy arraigadas y profundas. Pero no son más que eso, me digo a mí misma: apenas maleza.

FILOSOFÍA APLICADA

Leyó que Schopenhauer trabajó su voluntad para hacerse dueño de sí mismo, llegando a reafirmar su personalidad. Lo puso a prueba. En poco tiempo descubrió que no sólo logró ser dueño de sí mismo, sino que además había logrado adquirir algunas otras personalidades.

REALIDAD VIRTUAL

Toda su vida soñó con ser un héroe. Cuando descubrió la realidad virtual, creó un avatar que reunía todas las condiciones que anhelaba: altruismo, invulnerabilidad, discernimiento asertivo entre el bien y el mal, heroísmo incansable. Todas las tardes entraba a ese mundo ficticio y jugaba a no ser sí mismo —ese sujeto absurdo que nunca había elegido— y se transformaba en el otro, el que sentía que la realidad le había arrebatado. En la realidad virtual podía olvidar eso. Y también al niño que hacía dos días se había suicidado por una mala mercancía que le vendió.

¿SUPERACIÓN DE LA MULTIPLICIDAD?

Borges, a lo largo de los años, se lamentaba de no poder vivir todas las vidas que se ofrecían a las personas del mundo, tal como esa visión simultánea que tiene su propio personaje mientras contempla el Aleph, y que le da al cuento su tono de nostalgia. Esto siempre me ha llevado a pensar en que tener tanta apertura hacia el mundo, es decir, conocer todas las posibilidades de vida que existen, es una pesada maldición. La vida es constantemente elección, y aunque elijamos, el abanico de cosas por las que no optamos, continúa presente en nuestra mente, y quizás, cuando algo nos sale mal o no nos conforma, nos retrotraemos hacia las otras posibilidades, las que no tenemos. En este sentido, envejecer es avanzar por el camino elegido, pero también alejarse de aquello que pudo haber sido. Y así, ¿quién puede preciarse realmente de haber elegido todas las opciones que tiene?, ¿quién puede decir que optó por lo que quiso y no por lo que estaba más a mano? A veces tengo la cruel pesadilla de que la vida no es más que una mala conexión de cable, en la que continuamente hacemos zapping y nos quedamos con la película que ya vimos porque la conocemos, o porque está en nuestro idioma o porque tal actor asegura que debe ser buena o también, porque no hay nada más para ver.

LOS ROSTROS SON CIEGOS

Veo en mis fotos el paso del tiempo; selecciono aquellas que más se parecen a mí y con ellas, me presento en los portarretratos. Feinman se pregunta si nuestro rostro es más parecido a quiénes somos o a quien seremos cuando estemos en el cajón. ¿Cómo saberlo? Los existencialistas dicen que también somos lo que dejamos atrás. ¿Quién soy, entonces? ¿Quién lleva mi rostro ahora?

EL ESTÁNDAR DE VIDA Y LA FELICIDAD

A pesar de que era feliz, secretamente y a veces, se sentía fracasar. No tenía un extraordinario amor, aunque se había casado con la mujer que deseó. Sus hijos no fueron partícipes de grandes hazañas. Sus aspiraciones empresariales, apenas llegaron a administración de un negocio de repuestos y accesorios. Sus estudios fueron precarios y convencionales. Y durmió siesta de lunes a viernes, y fue a ver los certámenes de patinaje artístico de su hija los días sábados y miró fútbol los domingos y odió a su jefe y preparó los asados en las reuniones familiares en las que su suegra siempre lo criticó. Y todo lo que se propuso lo alcanzó y cada vez que se sintió en decadencia, valoró las pequeñas cosas y salió adelante. Y quedó calvo y usó la misma camisa para regar el jardín. Y lloró cuando tuvo en sus brazos al primer nieto. Pero en los estándares de vida, su triunfo secreto se midió como un fracaso público. “No me conformaré con tu mediocridad”, le dijo su hijo mayor cuando se fue de la casa paterna. Y cada vez que volvía a encontrarse con su propio padre, éste le recriminaba las pocas aspiraciones que siempre había tenido y el dolor que le producía verlo vivir en “el estándar”, cuando pudo haber dado más.
¿Puede haber grandeza en la aceptación de una vida común? Fue Aristóteles, con su idea de perfeccionamiento constante y luego Descartes, con la supremacía del hombre, los que vinieron a empaparnos de esta urgencia por el progreso, que luego se materializó en el dinero y que en nuestra posmodernidad adquirió los visos del triunfo desmesurado; una vida para las vidrieras. ¿Qué ocurre con las vidas comunes y simplemente felices? ¿Qué pasa con las personas anónimas que viven sin pregonar que están vivos?

REALIDAD Y FICCIÓN

sábado, 6 de junio de 2009

Trato de escribir sobre la realidad del mundo. La imaginación viene a abrirme una de sus puertas.

EL CAMBIO Y LA CAUSA EFICIENTE

Había leído que la causa eficiente aristotélica era aquel agente externo a la cosa, que hacía que la cosa cambiase, dentro de una especie de plan divino, en el que nada estaba dado por azar. Entendió que ella era así, y que su necesidad de amor, era lo que la impulsaba a buscar una y otra vez a ese agente externo que finalmente la hiciera florecer.

MARCAS

Si la piel es como un pergamino en la que se escribe nuestra historia única, ¿quién utilizó el cincel que la moldea? ¿Qué causó que en el ceño se profundizara una grieta, o que alrededor de la boca la piel adquiriese formas erráticas y precisas? ¿Por qué la mirada se volvió brumosa, hostil, solitaria, niña? ¿Quién grabó las arrugas de la risa, las del sueño? Si la vida se transita con los otros, ¿hacia quiénes fueron dirigidos cada uno de los gestos con los que se corresponden las marcas indelebles que portamos? ¿Cuándo empezamos a llevarlas?

LA POSTERGACIÓN

Salí de mi casa en busca de soluciones inmediatas. Pasé por una vidriera en la que se ofrecían viajes hacia lugares exóticos y seguí de largo; las urgencias me demandaban en seguida. Volví a pisar la vereda veinte años después. Ahora tenía el tiempo; la motivación se había herrumbrado tanto como las viejas soluciones, que ya nadie necesitaba.

ZENÓN

Tuve una pesadilla. Soñé que moría y que en el instante previo a la muerte —ese instante en el que se vislumbran las imágenes de lo que se ha sido—, me sumergía en las aporías de Zenón. Así, en mi sueño volvía al término medio de mi vida, pero antes de poder llegar, me detenía en la mitad de los recuerdos, y nuevamente en la mitad, y otra vez, y así quedaba siempre en el término medio desde el cual jamás me había movido. El umbral de la muerte estaba en la otra dirección; intenté alcanzarlo inútilmente.

EL ROL OFRECIDO

Busco el rol protagónico en mi vida. Irónicamente, los papeles con los que mi propia vida me tienta, son secundarios, terciarios, y a veces, hasta antagónicos.