EXISTENCIALISMO

jueves, 28 de enero de 2010

Y sí, es redundante: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? Son preguntas tan obvias como esenciales. Preguntas que arrastran a las personas al borde del abismo donde algunas consiguen volar.

EL ENTRAÑABLE VÍNCULO ARQUETÍPICO

Los nativos tenían una dependencia espiritual con el ambiente —en el que convivían su comunidad y el espíritu de sus ancestros—, que la cultura occidental reemplazó por un culto material a las cosas que ha ido creando. Por esta razón los dioses abandonaron a los hombres, cediendo su lugar a las leyes de la causalidad, que son absolutas y necesarias. La cultura terminó por mediatizar los vínculos y así, para llegar a lo que antes nos completaba, ahora tenemos que tener una serie de elementos contingentes que hay que obtener si queremos lograr alguna otra cosa.
Jung sostiene que conservamos un residuo de memoria colectiva, algo que es como el instinto y que permanece en el inconsciente, creado y arraigado por la cultura. Así, me encuentro preguntándome si la dependencia que tenemos de las cosas se sostiene en este vínculo primordial del hombre con la tierra, que ahora está mediatizado. Es lógico, razono: perdida la tierra prometida, nos creamos islas repletas de objetos que nos permiten una idea de lo que es tener un sentido de pertenencia.

ABSURDO ONTOLÓGICO

Se fue a tirar las cartas para saber cuál de sus alumnos debía aprobar. Harta de la soledad de su escritorio, necesitó recurrir a algún otro para evitar la injusticia, ya que el sistema la había elegido para ser verdugo. En las cartas salieron el sabio, seguido del loco y la muerte. Interpretó que debía actuar con racionalidad para evitar la catástrofe. Asistida por estos arcanos, hizo lo que pudo, y realizó el camino de regreso pensando en el futuro de esos niños de los que le decían constantemente que su autoestima e inclusión social dependían de lo que ella dictaminara hacer, en resumen, le repetían: el futuro de esos jóvenes estaba en sus manos. Pero no pudo concretar ese falso destino. Quizás para arreglar la fatalidad ontológica, un asaltante la eligió para descargar su furia y le pegó un balazo después de robarle la cartera.