EL VELO DE AFRODITA

domingo, 21 de febrero de 2010

Mientras más estudio los símbolos, más descubro que no hay un mundo indescifrable. No hay misticismo, solamente construcción y cierta inteligibilidad de lo que nos rodea. No hay chamanes o brujos que decodifiquen realidades ocultas, no hay dioses o demonios. Han caído para mí los velos de lo sobrenatural. Se me ha escapado la magia del mundo.

ESA ACTIVIDAD HUMANA

Los griegos enaltecieron la razón. Los romanos elevaron las leyes. Los cristianos entronaron a Dios. La Modernidad despertó al sujeto que dormía y los contemporáneos advirtieron al otro. Y fue la ciencia y su engendro: la tecnología, las que volvieron a matar a Dios. El siglo XX notó las estructuras que la mitad del mismo siglo se encargó de derribar. Con ellas cayeron el lenguaje, las ciencias, la tecnología. Nada es más desacertado que ser creyente. Cayeron también las utopías. Lo virtual se come a lo real. Lo impersonal absorbe al sujeto. Y aquí estamos, lo malo siempre sobrevive.

EMPIRISMO

Para Hume la causalidad no existe. No hay leyes que unan los fenómenos a un antes y un después, solo estamos habituados a creerlo así. ¿Qué pasa con el sujeto en esta situación? ¿Cómo mantiene la conciencia de sí mismo si la única conexión posible entre quién es, quién fue y quién será, es contingente? Lo que creemos ser puede no ser más que un hábito que tomamos por real pero que solo es producto de una mala adquirida costumbre.

CASTANEDA

Se me ofreció el abismo de la iniciación y lo rechacé. O me retuvieron: la sociedad había entrado a mi vida con toda su alienación y me sentía al borde de la locura. No di el paso adelante, el que era necesario para que yo pudiera “volar” —tal las palabras del chamán que me dirigían—, me sentí retenida por los hombros. He pensado en eso. Antes, había creído que fue un ángel. Luego, me han dicho que fue su contrario. Siento que ha pasado el tiempo. Soy más sabia ahora, pero también tengo el corazón menos puro.