AMBIGÜEDAD DEL SÍMBOLO

sábado, 25 de diciembre de 2010

Antes tenía la certeza de que si encontraba el símbolo los telones del mundo caerían y la realidad se abriría ante mí desvelada, pura, absoluta. Recorrí el mundo buscándolo. Toleré su imperfección con la convicción de que si no pronto, antes de morir, lo vislumbraría y la verdad sería la compañera del paso último. Fue, como dije, mi certeza, el motor de mi búsqueda. Hasta que una mañana desperté entre extraños que hablaban una de las tantas lenguas del mundo y busqué algo que reflejara mi rostro para saber quién era, qué hacía allí. El reflejo me devolvió un rostro envejecido y pensé que así debía verse la muerte. Conmovida por la nostalgia, deseé regresar a las tierras de las que había partido, olvidándome por primera vez de mi quimera. Morí antes de regresar. Tal vez en algún lugar había hallado el símbolo y lo ignoré por la certeza de que debía buscarlo. O tal vez no se tratara de un símbolo único sino de pequeños y constantes símbolos, más bien parecidos a señales que me marcaban un camino. Esto fue lo que pensé mientras me alejaba con la muerte, mirando hacia atrás.