UNA VIDA

domingo, 4 de julio de 2010

El sujeto está al borde del abismo. Tirado sobre su escritorio, no encuentra motivos para hacer todo lo que tiene pendiente y luego salir del trabajo y continuar sus rutinas, las que lleva realizando por años. Todos los días siente que va a morir. Todos los días espera el momento y aunque se prepara para hacerlo, la Parca nunca lo viene a buscar. Arrastra el pesimismo del fracaso y se culpa por decisiones no tomadas y cosas no dichas o hechas, planea olvidarse de todo el siguiente fin de semana con alcohol o alguna otra cosa. Sin embargo, cada tanto es feliz. Se sorprende cuando encuentra esta inercia extraña que lo impulsa a algo nuevo, a sonreír por nimiedades, a comprometerse con algo o alguien, a sentirse bien. Primero recibe incrédulo estos estados y luego se deja acariciar por la idea de que en su vida, las cosas pueden cambiar. Es una felicidad frágil y efímera, pero es felicidad. Antes de volver a caer en su mortificante depresión, se ha explicado estos momentos como los momentos en los que la vida se le abre, invitándolo. Tal vez le quieran decir algo. Se lo preguntará la próxima vez que le ocurra.

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