EL SOFISTA

sábado, 1 de agosto de 2009

Así como se ve el dinero a través de los productos que se compran, pensó que la sabiduría se vería por la calidad de las ideas que se tenían. Entonces trató de exponer sus ideas, valiéndose de la elocuencia y la ejemplificación. Disertó primero frente a grupos de estudiantes universitarios que pudieron entenderlo. Pero los profesores de esos estudiantes, apenas podían seguirlo, porque inmediatamente empezaban a hablarle de otros paradigmas o secciones demasiado parcializadas del saber —especializados, decían ellos; “estoy doctorado en esto”, decían ellos— y perdían una visión más amplia o general. Se encontró con que las escuelas secundarias habían abandonado ese tipo de saberes porque no pertenecía al gusto de los profesores y sus programas, y entre los estudiantes, comprobó con estupor que la apatía se volvía general, o un débil interés se centraba esporádicamente en hechos o ideas anecdóticas. Se dirigió al mundo laboral y su desazón fue similar. Y entre otros rubros de profesionales se encontró con la misma letanía de que sus saberes eran profundos, pero siempre parciales. Se refugió en su biblioteca y experimentó la incomunicación de la que ya Gorgias había hablado, siglos atrás. Comprendió que la posmodernidad arrebató al ser y si así no hubiese sido, las formas de decirlo se habían vuelto infinitamente múltiples, y esta complejidad hacía imposible comunicarlo. Las tres hipótesis quedaban ratificadas y el nihilismo, imparcial, se apoderaba lenta, pero gozosamente, del día a día.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno ! ocurrente, bueno el discurso filosófico. "El sofista", Soy platónica", me gustó.
Berta