Y todos siguen en su mundo y el mundo sigue más allá de mí. El mundo no me toma en cuenta, no me consulta, no me incluye. Soy un ser anónimo, invisible e inexistente que es llevado por la vorágine de acontecimientos o situaciones de las que algunos manotazos me salvan. Y cuando yo no esté será exactamente lo mismo; quizás una estadística entre los muertos de cáncer o las balas o los autos, el suicidio o la vejez. Me extrañarán los papeles: acá no firmó, nadie está en esa ventanilla, las boletas siguen sin ser pagadas. Ni siquiera el amor persiste más allá del alma de quien te sintió, y ése, el que te sintió también morirá. La memoria está en la memoria individual; la vida, en la persona que la vivió. Lo demás sigue su curso: tránsito interminable sobre cadáveres de pequeños mundos creados para no hacer del “mundo” una tumba.
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