EL OLVIDO

domingo, 27 de febrero de 2011

Le dijeron que para saber qué quería de su vida, debía pensar en el tipo de epitafio que le gustaría tener el día de su entierro. Pensó que un mármol era muy poco para todo lo que deseaba y por eso se dedicó a fundar una ciudad y que se emplazaran monumentos con su nombre, se levantaran escuelas con sus retratos al lado de los de los próceres, se hicieran plazas que estuviesen dedicadas a su póstuma memoria y para asegurarse el elogio y la vanagloria de sus pobladores, compró el diario local y tuvo a los escritores de empleados, evitando cualquier digresión. Finalmente, murió. Pero un incendio arrasó con todo el poblado y la única referencia que quedó es esta historia, que ni siquiera se sabe si es cierta.

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