MUJER LOBO

domingo, 25 de julio de 2010

Cada cierto tiempo, ella sufría una transformación que dejaba en libertad a la otra que habitaba en sí. Y entonces la otra se abalanzaba sobre el mundo mostrando su faceta opuesta, salvaje. Y asistía a las rutinas cotidianas pero con la sed de la vida. Y entonces se reía desaforadamente, conocía y desconocía gente con facilidad absoluta, se explayaba sobre cualquier tema con conocimiento práctico, se movía, insultaba, consumía y así le arrancaba veinticinco horas al día, terminándolos agazapada en cualquier callejón, sola o con algún extraño.
Cuando volvía de estas transformaciones siempre la invadía la tristeza y cierta soledad. Solía preguntarse si se debía al hecho de volver a encontrarse con la que era o por haberse perdido nuevamente.

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