EL SIEMPRE LEJANO ENCUENTRO

sábado, 12 de junio de 2010

Desde la camioneta, le dimos al niño guaraní unos caramelos y barras de cereales que llevábamos con ese fin. El niño nos extendió las manos y los tomó, y luego vinieron otros niños a los que también les repartimos golosinas y nos marchamos. Y salieron más niños a saludarnos y también sus padres, y todos nos saludaban mientras dejábamos las chozas atrás. Pensé si nos verían como parte del cambiante paisaje o como un producto de las estaciones, como la lluvia o las flores que aparecen y tienen su razón de ser. Pensé si llegaríamos a formar parte de sus recuerdos o si seríamos una imagen borrosa que se reconoce solamente si se vuelve a ver, o tal vez un monstruo que se materializa en sus pesadillas. Dentro de sus categorías de conocimiento, ¿dónde quedábamos nosotros? Pero esta manera de pensarlos me alejó aún más de ellos, ya que no usarían conceptos para explicarnos: a nosotros, meros fantasmas venidos de un pueblo absurdo y lejano.

2 comentarios:

Antonio Salguero Ar. dijo...

___Menuda reflexión te has hecho... sobre todo cuando sabes que estás rozando la superficie del contacto posible con los otros... que también son "hermanos" tuyos.

Fabiola Soria dijo...

Claro, ahí viene la cuestión. Desde las categorías occidentales de pensamiento, a las comunidades autóctonas se las incluye —si lo hacen— como minorías, como un "otro" que es diferente, pero que apenas merece pensarse. Desde la década del '60, con el surgimiento de las filosofías latinoamericanas, se empieza a pensar en esta cuestión, empezando a esbozar por primera vez la necesidad de un pensamiento diferente, algo como un desafío de cognoscibilidad. Este "otro" es un sujeto tan válido como el cogito cartesiano y radicalmente distinto. Las categorías de conocimiento tal vez sean incomunicables.